sábado, 29 de diciembre de 2007

El Jardín Japones

En medio de Buenos Aires, situado en una calle circular, muy cercano al aeropuerto antiguo de Aeroparque, vive este Jardín envuelto de lagunas, peces, pájaros y árboles.

Abajo de los rojos puentes orientales, curiosos circulan peces de colores abstractos que abren sus bocas y respiran el ruido de la ciudad, enloquecida de edificios, autos y camiones.

Entonces de la copa de los árboles surgen ruidos de la selva, son loros tornasoles que vuelan en bandadas, aviones lanzados al cielo gris por pintores modernos que alternadamente gritan y callan, callan y gritan.

Varios emperadores han visitado este jardín con sus consortes o novias imperiales. Placas de piedra enterradas en el suelo los recuerdan, junto con los árboles del parque que también del oriente vinieron.

Los árboles y plantas son embajadores que no retornarán al Japón. Presos quedaron en el suelo de Buenos Aires.

En medio de esta ciudad el agua corre lenta por el río de la Plata y por estas piedras. Un Jardín que nos enseña de la vida, de la vida breve y larga que nos tocó y que nos congrega.

Todo tiene un tiempo y es atemporal a las ves. Bebemos del agua de una pila que se acaba y también de una fuente que es inagotable.

Es el jardín del Edén y el jardín del castigo inevitable. Tal vez coleccionamos vegetales de esa fuente primigenia donde el hombre puede admirar la inmutabilidad de lo mutable. El destino eterno de lo creado. Para mirarnos sin soberbia que somos un elemento más de un pequeño universo, mientras el agua corre, luego es vapor y después vuelve a precipitar renovándose. Somos agua, siempre agua de la misma, en distintos estados, que a veces está en paz y que luego se agita.

Uno quiere ser diferente tomar distancia del río que lo vio nacer, partir hacia el mar, hacerse independiente. Mas con el tiempo comprendemos que fuimos hechos de la misma materia que nuestros padres. Tal vez por eso esta costumbre de viajar a Buenos Aires. Por eso este tango tan guardado dentro del corazón al que nadie puede hacer callar su nostalgia.

Agua, agua del dolor las lágrimas, vuelvo a buscarte, a nacer donde nací, a remontar el río. Mientras miro mi cara fija en el espejo, comprendo que soy mi padre y que huí al mar en un afán imposible.

El tango está construido por nostalgia y ella es remontar el río de la Plata como salmón obediente en busca de sus aguas primigenias. Hace mucho tiempo fui feliz aquí en tus arrabales. En tus calles con faroles tristes vuelvo a buscarte ciudad enloquecida de pasión, ciudad de cantantes con gomina y bigotes cogidos a un micrófono, quejándose del destino y de las minas. Bandoneones estirados hasta el infinito de la angustia, música siempre música, donde se albergan para siempre los recuerdos.

Buenos Aires, Buenos Aires, estás arraigada a mi tierra como estos árboles del jardín japonés que nunca pueden separarse.

No hay comentarios: